HISTORIAS CLÍNICAS FANTÁSTICAS
El Estetoscopio

HISTORIAS CLÍNICAS FANTÁSTICAS

ANTOLOGÍA de HISTORIAS CLÍNICAS fantásticas

INTRODUCCIÓN

Nuestro viejo médico clínico, a punto de retirarse, revisa el fichero donde atesora algunas Historias Clínicas especiales. Si bien, la mayoría eran relatos convencionales, otras historias clínicas pertenecían al género de la medicina fantástica. No en el sentido de “El enfermo imaginario” de Molière, sino que -en su interior-, nuestro médico desde su juventud se dedicó a dar una personalidad a distintos instrumentos, enfermedades y demás circunstancias que ocuparon el tiempo de su Profesión.

Entre otras Historias Clínicas fantásticas que escribió, logramos recuperar de su fichero, aquellas referidas al estetoscopio, la tuberculosis, los colegas, las imágenes biomédicas, el electrocardiógrafo y el largo etcétera que logre vencer el tedio del amable lector.

Historia Clínica fantástica N° 1. El Sr. Estetoscopio.

El paciente que ingresó al Consultorio aquel invierno de 2016, lucía muy cansado y abatido. Nuestro médico lo interrogó -como era su habitual costumbre-:

Dr.: ¿Cómo está, Sr. Estetoscopio, tanto tiempo sin verlo?

Sr. E.: Y, ando un poco caído últimamente.

Dr.: Pero ¿cuántos años tiene Ud.?

Sr. E.: Mire, acabo de cumplir doscientos años.

Dr.: (Y bueno, pensó sin decirlo, con doscientos años a cuestas, que quiere! Pero, como era un Profesional, continuó el diálogo haciendo una evaluación de su memoria). ¿Recuerda a su padre?

Sr. E.: Por supuesto. Se llamaba René Teófilo Jacinto Laennec, francés por supuesto. Había nacido en 1781 y se doctoró en Medicina en 1804, en París!

Dr.: ¿Y cómo fueron las circunstancias de su gestación?

Sr. E.: Hay varias hipótesis. Unas la atribuyen al pudor de mi padre y otras al conocimiento que tenía de los fenómenos acústicos.

Dr.: Explíquese.

Sr. E.: Será mejor dejemos que lo describa él mismo: “En 1816 fui consultado por una mujer joven que aquejaba síntomas de una enfermedad cardíaca y en cuyo caso la palpación y la percusión era de poca utilidad por la obesidad. La auscultación inmediata (colocar el oído desnudo sobre el tórax) era inadmisible por la edad y sexo de la paciente. Recordando el simple y conocido hecho acústico de que el raspón de un alfiler aplicado en el extremo de un pedazo de madera se oye claramente en el otro extremo, pensé que podía ser de utilidad en la presente ocasión. Inmediatamente, con esta sugestión, enrollé un papel formando un cilindro y apliqué uno de sus extremos a la región cardíaca y el otro a mi oído y encontré, sorprendido y complacido, que podía percibir la acción del corazón de una manera mucho más clara y distinta de lo que había sido capaz de hacerlo mediante la aplicación directa del oído. Desde ese momento me imaginé que la circunstancia podría brindar medios que nos permitirían establecer el carácter, no solo de la actividad cardíaca, sino de cualquier especie de sonido producido por el movimiento de las vísceras torácicas y consecuentemente para la exploración de la respiración, la voz, el roncus y, quizás aún de la fluctuación del líquido extravasado en la pleura o el pericardio.”

Dr.: Y ese nombre tan extraño, estetoscopio, ¿porqué su padre bautizó así?

Sr. E.: Creó el neologismo, derivado del griego stethos (pecho) y skopé (observar, ver), porque él creía que utilizándome, los médicos podían metafóricamente ver dentro del tórax de los pacientes.

Dr.: En cuanto a su crecimiento y desarrollo y .… discúlpeme el comentario: Ud. nació de papel, después fue de madera y ahora es de goma, plástico y metal, ¿cómo fue esa transformación?

Sr. E.: Inmediatamente después de mi nacimiento, mi padre, el Dr. Laennec construyó unos cilindros de madera, que se vendían con su libro “El tratado de la auscultación mediata” de 1819. A mediados del siglo XIX, empezaron a fabricarme para auscultar con los dos oídos, mediante tubos de goma, y así quedé por un largo tiempo.

Dr.: Y cómo le fue en el siglo XX?

Sr. E.: Fue un tiempo de gloria. Gracias a mí, sus colegas clínicos, cardiólogos y neumonólogos describieron muchos fenómenos acústicos relacionados con las válvulas y el músculo cardíaco y también con la presencia de líquido en los pulmones producido por infecciones y otras enfermedades. A tal punto fue mi fama que me transformé en un ícono de su Profesión.

Dr.: Así es, todavía hoy se identifica a los médicos y la Medicina con Ud. ¿Y no evolucionó más?

Sr. E.: Sí, también me fabricaron electrónicos, pero no fuimos muy populares en ese formato. Y después vino la desgracia.

Dr.: Perdón, Sr. E., creo que está un poco triste. ¿Por qué?

Sr. E.: Es que pasé de ser el instrumento estrella de la Medicina a un elemento decorativo en el cuello o los bolsillos de los médicos, porque ya no auscultan más.

Dr.: Es cierto, pero considere que esto no le pasó sólo a Ud., tampoco el médico actual ocupa su tiempo en hablar, inspeccionar, palpar o percutir al paciente, es un fenómeno de esta época dominada por la tecnología digital.

Sr. E.: No me lo diga a mí. Ahora los cardiólogos jóvenes me reemplazan por un ecocardiógrafo manual, ¿cómo quiere que me sienta? Me preocupo por Uds., los médicos, ¿cómo seguirá esta historia?

Dr.: Bueno, bueno, Sr. E., Ud. y yo tenemos que adaptarnos. Estamos en medio de una revolución, pero le aseguro que no será la última.

Sr. E.: Y Doctor, no me va a medicar, no me va a indicar algún antidepresivo.

Dr.: Por ahora, no. Ud. tiene tristeza por los tiempos idos, pero no depresión. No podemos medicalizar todos los sentimientos de pérdida normales. Todavía puede enseñarle a muchos médicos jóvenes que, en un paciente con fiebre prolongada, detectar un soplo cuando antes no estaba o percibir un tórax silencioso en un asmático, puede salvar una vida. Eso sí, cuando no se sienta bien, páseme a ver, conversaremos y… lo voy a auscultar.

Sr. E.: Gracias, Doc.

Dr.: Créame, Sr. Estetoscopio, es un placer recibirlo. Un ícono y una leyenda de la Medicina por doscientos años, no se atiende todos los días…


Dr. José Luis Leone
Coordinador Comité de Docencia e Investigación
Clínica Modelo de Morón.

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