Nuestro clínico había dormido mal aquella noche. El insomnio de conciliación le ocurría cuando el estado de sus pacientes le preocupaba, lo cual era frecuente. Pero con Picco-Teo todo fue distinto, desde el comienzo de su atención.
En el fichero, en realidad, se encontraba el nombre de la paciente tal como fue registrada en el Registro Civil, a saber: Piccolina Teodosia Hydratos, sin embargo como la conoció después de haberse casado con José Carbonne, siempre la recordaba por su apellido compuesto, Hydratos de Carbonne.
Si bien la primera consulta fue por la clásica infección urinaria de la luna de miel, el motivo verdadero fue explícito, desde un comienzo:
Picco-Teo HdeC: -Dr. no sé que me pasa, estoy ansiosa y como mucho. En los 15 días de vacaciones aumenté 3 kg de peso.
El Dr. le dijo que si bien pasar de 55 a 58 kg. en tan poco tiempo no podía ser bueno; con su metro 68 de altura, el índice de masa corporal que define el peso normal, el sobrepeso y la obesidad estaba bien y no tenía de qué preocuparse.
Un error fatal, de los pocos que recordaba nuestro clínico. Picco-Teo, como cariñosamente la llamaban sus vecinos, había comenzado una dolorosa carrera. Su dieta era muy irregular y desequilibrada. En general, no desayunaba y a partir de las 11 de la mañana comenzaba a comer: galletitas, facturas, chipás y una larga lista, siempre contada en diminutivo, como si nombrándolos así, estos alimentos disminuyeran su valor calórico: bizcochitos, alfajorcitos, bocaditos, sangüichitos y un largo etcétera, solo registrado por la impiadosa balanza.
El problema comenzó a preocuparla cuando tuvo sus tres hijos, cada uno de ellos le dejó 10 kg y en una década llegó a los 88 kg. sin mucho esfuerzo y con un trío de complicaciones interesantes: diabetes, hipertensión y obesidad. Era metódica: tres hijos, tres factores de riesgo. Por suerte no fumaba, pero...
Después de los 40 años, Picco-Teo literalmente se desmoronó. A todo lo anterior, le agregó una depresión intensa. No había forma de convencerla de que haga actividad física: “Dr. me duelen las rodillas y los tobillos cuando camino y me cuesta usar ropa ajustada y atarme los cordones de las zapatillas” Y tenía razón.
Un día iluminada, dijo: “¿No tendré tiroides, Dr.?” “Sí, Picco-Teo todos tenemos esa glándula en el cuello, pero la suya es normal, así lo dicen los análisis.” “¿Y si tomo pastillas?”, dijo ella. “Es que la van a ayudar por un tiempo y Ud. tiene que cambiar sus hábitos, Picco-Teo”.
-“El pan, las papas, las pastas, los dulces, en las cantidades que Ud. ingiere la están perjudicando mucho”, le dijo el médico cuando Picco-Teo pasó los 120 kg. En ese momento, nuestro clínico le planteó la posibilidad de una cirugía bariátrica, pero ella fue inflexible: “tengo miedo”, fue su corta respuesta. “Pero mire que varios pacientes que atiendo se operaron y ahora están muy bien”, insistió el clínico, pero no hubo caso.
La llamada fue breve. El médico de Terapia Intensiva le avisó que Picco-Teo Hydratos de Carbonne había fallecido. Su corazón y sus arterias cerebrales no habían resistido al embate feroz de la diabetes, la hipertensión, las tres hiper: colesterol, triglicéridos y ácido úrico. La maldita obesidad se llevó su vida y dejó un gran peso en el alma de nuestro clínico que no pudo ayudarla a torcer ese fatal destino. Ese día suspendió la consulta, y salió a caminar...
Dr. José Luis Leone
Coordinador Comité de Docencia e Investigación
Clínica Modelo de Morón.